Los paisajes urbanos han sido una referencia profunda a lo largo de la historia de la pintura, capturando la esencia de las ciudades como centros vibrantes de cultura, arquitectura e interacción humana. Representar la vida callejera en una metrópolis como Nueva York es particularmente atractivo, ya que me permite mostrar no solo la energía icónica de sus bulliciosas avenidas, sino también los rincones y escenas ocultas que a menudo pasan desapercibidas para los visitantes e incluso para sus propios residentes. Estos momentos pasados por alto ofrecen una perspectiva más profunda e íntima del alma de la ciudad, revelando el rico tapiz de la vida cotidiana que da forma a su carácter único.






















